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La música de El Día De La Unión

Kuno Becker no solamente actuó, dirigió, editó, escribió y produjo El día de la unión, su película sobre el sismo del 19 de septiembre de 1985. También se hizo cargo de la música en colaboración con el compositor italiano Carlo Siliotto (Los milagros del cielo, 2016; No se aceptan devoluciones, 2013; The Punisher, 2004).

 

“Todo lo que tiene que ver con la música, que a mí me parece bellísima y muy atinada, eso es el quehacer de Kuno –dice la productora de origen polaco Anna Roth, a cargo de la producción del filme–. Kuno es músico de nacimiento, después se volvió actor y director, pero la música la lleva dentro. Y si alguien entiende de los sentimientos y de las pausas que debe generar, y de en qué momento sí y en qué momento no, es él. Yo me quito el sombrero”.

 

Y es que Kuno Becker tuvo una educación musical formal bastante importante. Sabe tocar el violín desde muy pequeño, incluso de niño obtuvo una beca para estudiar en el Mozarteum, de Austria, una de las escuelas de formación musical más prestigiosas del mundo.

 

“Pobre Carlito –dice Kuno–, que me tuvo que  aguantar borrándole las corcheas y anotándole un calderón o un silencio o unas notas negras y quitándole algunos instrumentos. Y se enojaba”. Así fue como Kuno, quien ya había trabajado con Siliotto en Pánico 5 bravo (2013), su ópera prima como director, acabó firmando como coautor de la partitura.

 

“Y le decía: Carlito, si me pones a jugar futbol, soy terrible, pero este sí es mi oficio, así que dame chance por favorcito de ponerme a quitarte esa viola, que no va, o a quitarte el triángulo –cuenta Kuno–. Hay que hacer que la gente llegue al límite de la emoción contenida, desde mi punto de vista, y que ellos lo crucen, no yo a echarme a llorar. Si no, pasa como en las telenovelas o las comedias, que les llaman, entonces ya te caga el personaje”.

 

Por eso, porque quería evitar la sensiblería, hizo algunos cambios. Por otra parte, como es cada vez más común en las producciones nacionales, la música se grabó en Europa del Este. En este caso, con la Orquesta Sinfónica Nacional de Bulgaria.

 

“Este compositor italiano, que ha hecho mucho cine, trabaja con esa orquesta –explica Anna–: le queda cerca, los conoce bien y mucho tiene que ver con costos, pues Bulgaria sigue siendo un país barato, nos gana. Yo soy de Polonia, en Polonia hay escuelas desde el primero de primaria que son escuelas de música. Y no en escuelas de donde salen los virtuosos, sino de donde salen los obreros de la música, que manejan el oficio, que no lo cuestionan; son los integrantes de una orquesta. Con una disciplina férrea, leyendo música desde que eran bebés. Uno aprende a ser carpintero, otro a ser panadero, otro a ser músico. Sí es toda una cultura de un país, que se da mucho en estos países de Europa del Este”.

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